¿Tratas a tu perro como un hijo? Esto dice la psicología sobre ti

En las últimas décadas, se ha vuelto cada vez más común escuchar a personas que se refieren a sus mascotas, especialmente a los perros, como si fueran hijos. Frases como “es mi bebé peludo” o “soy su mamá” han dejado de ser una rareza y se han convertido en parte del lenguaje cotidiano entre muchos dueños de mascotas. Desde la perspectiva de la psicología, este fenómeno tiene raíces complejas que van más allá del simple cariño.
La psicología reconoce que los perros pueden desempeñar un papel muy importante en el bienestar emocional de las personas. Estos animales ofrecen compañía, afecto incondicional y estabilidad, factores que generan vínculos similares a los que se forman entre seres humanos, especialmente en relaciones familiares.
LEE: ¿Mala calidad del sueño? Estas podrían ser las causasSegún estudios en psicología evolutiva y neurociencia, el cerebro humano responde a la interacción con perros de manera similar a como lo hace con bebés humanos. Por ejemplo, la oxitocina, conocida como la “hormona del amor”, se libera en ambos individuos durante el contacto visual o al acariciarse, fortaleciendo el apego.
Tratar a un perro como a un hijo también puede reflejar la necesidad psicológica de cuidar de otro ser. Algunas personas encuentran en esta relación una forma de satisfacer su instinto de protección y afecto. En algunos casos, puede estar relacionado con la ausencia de hijos biológicos, el duelo por no haberlos tenido o simplemente la elección de no ser padres, pero sin renunciar al deseo de formar un vínculo similar.
No obstante, esto no implica necesariamente una patología. De acuerdo con expertos, muchas veces se trata de una adaptación emocional positiva que da sentido a la vida cotidiana y genera estabilidad.
Desde el enfoque psicoanalítico, hay quienes interpretan esta relación como una proyección emocional. Es decir, el dueño proyecta en el animal sentimientos, deseos o necesidades no resueltas. Esto puede incluir carencias afectivas o la búsqueda de un tipo de relación libre de juicios y conflictos humanos.
En este sentido, el perro no solo representa una fuente de afecto, sino también un espacio seguro donde la persona puede expresar amor, ternura y cuidados sin temor al rechazo.
Riesgos de la antropomorfizaciónAunque tratar a un perro con afecto y consideración es sano, la psicología también advierte sobre los riesgos de la antropomorfización excesiva, es decir, atribuirle al animal características humanas que no le corresponden. Este comportamiento puede llevar a decisiones que no consideren las necesidades reales del perro como especie, afectando su bienestar.
Por ejemplo, alimentarlo con comida inadecuada "porque le gusta" o restringir su actividad física porque se le ve “triste” puede ser contraproducente. El afecto debe ir acompañado de responsabilidad y comprensión de las necesidades propias de un perro.
Tratar a un perro como a un hijo es, desde la psicología, una manifestación de un vínculo emocional profundo que puede estar motivado por diferentes razones: afecto sincero, necesidad de compañía, instinto de protección o sustitución de relaciones humanas. Mientras esta relación no interfiera con la salud del animal ni con la vida social y emocional del dueño, se considera una expresión válida y significativa del afecto humano.
BB
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