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Los riesgos silenciosos de beber cerveza sin alcohol

Los riesgos silenciosos de beber cerveza sin alcohol

En los últimos años, la cerveza sin alcohol ha ganado popularidad como una alternativa “más saludable” a la cerveza tradicional. Muchos consumidores la eligen con la idea de evitar los efectos negativos del alcohol, sin renunciar al sabor característico de esta bebida. Sin embargo, recientes investigaciones han comenzado a cuestionar esta percepción, señalando que, aunque no contiene etanol o lo contiene en cantidades mínimas, la cerveza sin alcohol no está exenta de posibles riesgos para la salud.

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Un estudio reciente publicado en la revista Nutrients analizó el impacto del consumo frecuente de cervezas sin alcohol y llegó a conclusiones importantes: aunque estas bebidas eliminan el riesgo de intoxicación etílica, pueden tener efectos secundarios no deseados relacionados con otros componentes presentes en su fórmula.

Uno de los principales puntos de preocupación es la presencia de aditivos, como conservadores, estabilizantes y saborizantes artificiales, que pueden tener efectos negativos en el organismo si se consumen en exceso. Algunos de estos compuestos, aunque aprobados para el consumo humano, pueden alterar el equilibrio de la microbiota intestinal o favorecer procesos inflamatorios.

Contenido oculto de azúcar y calorías

Aunque muchas cervezas sin alcohol se promocionan como bajas en calorías, algunos estudios han demostrado que ciertos productos de este tipo contienen azúcares añadidos o maltodextrinas para mejorar su sabor y textura. Esto puede representar un riesgo para personas con predisposición a la diabetes tipo 2, obesidad o síndrome metabólico, especialmente si se consume de manera regular sin controlar otras fuentes de azúcar en la dieta.

Además, la ingesta calórica no siempre es tan baja como se cree: una lata de cerveza sin alcohol puede aportar entre 50 y 100 calorías, dependiendo de la marca y la receta, lo que puede impactar en dietas restrictivas o planes de control de peso.

Otro aspecto que suele pasarse por alto es que muchas cervezas “sin alcohol” sí contienen una pequeña cantidad de alcohol. Legalmente, se permite que tengan hasta 0.5% de volumen alcohólico. Aunque es una cantidad baja, podría representar un problema para personas con historial de adicción al alcohol, mujeres embarazadas o personas que deben abstenerse por razones médicas o religiosas. En casos de consumo acumulativo, incluso esta pequeña cantidad podría tener efectos fisiológicos sutiles.

Algunas investigaciones han comenzado a explorar cómo los ingredientes fermentados de la cerveza, aunque sin alcohol, podrían alterar el equilibrio natural de bacterias en el intestino. Si bien en algunos casos se menciona un efecto potencialmente probiótico, en otros se ha encontrado que los cambios en la microbiota pueden no ser del todo beneficiosos, sobre todo si se trata de productos con baja calidad nutricional y alta presencia de químicos procesados.

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Si bien la cerveza sin alcohol puede ser una alternativa válida para quienes desean evitar el consumo de etanol, no debe considerarse automáticamente como una bebida completamente saludable. Como cualquier producto procesado, su efecto en el organismo dependerá de la frecuencia y cantidad de consumo, así como de la calidad del producto elegido.

Los especialistas recomiendan leer siempre las etiquetas, optar por marcas que utilicen ingredientes naturales y consumirla con moderación. La idea de que “como no tiene alcohol, se puede beber sin medida” no solo es errónea, sino que puede generar consecuencias indeseadas a largo plazo, especialmente si se convierte en un hábito cotidiano.

Con información de la revista Nutrients

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