Medicina: La contaminación del aire aumenta el riesgo de demencia

Esta conexión se sospechaba desde hace tiempo, pero ahora un nuevo estudio exhaustivo proporciona evidencia muy válida: la contaminación por polvo fino aumenta el riesgo de desarrollar demencia. Este es el resultado de un metaanálisis publicado recientemente en la revista Lancet Planetary Health . Para este análisis, investigadores de la Universidad de Cambridge evaluaron un total de 51 estudios con datos de casi 50 millones de personas, predominantemente de países de altos ingresos. El requisito previo era que los participantes vivieran en una zona con altos niveles de contaminación atmosférica durante al menos un año.
Los científicos ya habían analizado la contaminación atmosférica como posible factor de riesgo de demencia en estudios previos. Sin embargo, el equipo de investigación afirma que, a menudo, no fue posible establecer una relación causal clara. En algunos casos, estos estudios incluso se contradecían.
El nuevo trabajo permite ahora una visión mucho más detallada de la influencia de la contaminación del aire, dijo el psiquiatra geriátrico y especialista en demencia Tom Russ, de la Universidad de Edimburgo, que no participó en el estudio, al British Science Media Centre: "Los datos sugieren, por ejemplo, que el riesgo de demencia por contaminación del aire es un nueve por ciento menor en Edimburgo que en Londres".
El estudio también permite determinar con mayor precisión qué contaminantes atmosféricos representan el mayor problema. Los autores mencionan específicamente tres sustancias que aumentan el riesgo de demencia. Estas incluyen partículas con un diámetro inferior a 2,5 micrómetros, también conocidas como PM2,5. Estas son tan pequeñas que pueden penetrar profundamente en los pulmones y provienen principalmente de los gases de escape de vehículos, centrales eléctricas, estufas de leña, chimeneas y polvo de construcción. Según el estudio, el riesgo relativo de una persona de desarrollar demencia aumenta un 17 % por cada 10 microgramos por metro cúbico de aumento en la concentración de PM2,5.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda desde hace tiempo que la concentración media anual de PM2,5 no supere los cinco microgramos por metro cúbico de aire. Sin embargo, en las zonas urbanas, los valores suelen ser superiores: según la Agencia Federal de Medio Ambiente, la media en Alemania en 2024 fue de 9,1 microgramos por metro cúbico .
El segundo contaminante identificado, el dióxido de nitrógeno, se produce principalmente por la combustión de combustibles fósiles, pero también se encuentra en los gases de escape de estufas y calentadores de gas. Según el estudio, el riesgo de demencia aumenta un tres por ciento por cada diez microgramos por metro cúbico de dióxido de nitrógeno. Según la Agencia Federal de Medio Ambiente, los valores fluctúan en Alemania: dependiendo de la ubicación de la estación de medición, se miden valores medios anuales de NO₂ de entre 20 y 40 microgramos por metro cúbico cerca del tráfico, y en casos muy aislados incluso superiores.
En el caso del tercer contaminante, el hollín, los investigadores observaron que por cada aumento de un microgramo por metro cúbico, el riesgo relativo aumentaba un 13 %. En Londres, la contaminación media por hollín en las carreteras en 2023 fue de 0,93 microgramos por metro cúbico.
Pero ¿qué tiene que ver la contaminación por material particulado con la demencia? Según los autores, varios mecanismos pueden intervenir. El aire contaminado puede desencadenar procesos inflamatorios y estrés oxidativo, que contribuyen al daño celular, proteico y del ADN. Se ha demostrado que esto causa y agrava la demencia. Algunas partículas contaminantes del aire pueden penetrar directamente en el cerebro o causar la llamada inflamación silenciosa, lo que a su vez afecta negativamente la función cerebral.

Los investigadores comprenden cada vez más cómo los procesos inflamatorios contribuyen a los infartos, accidentes cerebrovasculares y obesidad. ¿Qué se puede hacer al respecto?
Varios expertos indicaron al Science Media Centre que esta conexión requiere mayor investigación. El neurocientífico Mark Dallas, de la Universidad de Reading, enfatizó: «Necesitamos comprender con mayor precisión cómo estos contaminantes dañan el cerebro». Estudios futuros también podrían arrojar luz sobre cómo la contaminación atmosférica afecta a diferentes formas de demencia.
Uno de los autores del metaanálisis, Christiaan Bredell, de la Universidad de Cambridge, enfatizó en una declaración que la prevención de la demencia no es responsabilidad exclusiva del sistema de salud. Este estudio demuestra que la planificación urbana, las políticas de transporte y las regulaciones ambientales también desempeñan un papel importante. Sin embargo, los autores también señalan que el estudio se basa principalmente en datos de personas de países ricos con una población predominantemente blanca. Los estudios futuros deberían considerar un grupo demográfico más amplio.
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