Contra la soledad: Cuando el centro de encuentro se convierte en una familia

Se sientan juntos, charlan animadamente, comparten historias del pasado y ríen. Para muchas personas mayores que acuden al Centro de Día, esta no es su rutina diaria, pero es un cambio muy bienvenido y apreciado: "A menudo me siento sola", admite una anciana. "Pero cuando vengo aquí, me siento mejor; aquí estoy entre la gente", dice.
El centro de reuniones español Centro de Día demuestra de forma impresionante lo importante que puede ser un lugar de encuentro fijo para las personas mayores. Aquí, en este lugar de encuentro, se satisface una necesidad humana fundamental: «Somos seres sociales. Nuestro cerebro, todo nuestro ser, está programado para la conexión. Y cuando eso no se satisface, nos sentimos solos», explica Pauline Stockmann, psicóloga clínica y autora. Habla de una necesidad básica de cercanía, que se vuelve más difícil en la vejez debido a las restricciones sanitarias y la reducción de las interacciones sociales naturales. Los migrantes, en particular, se ven afectados por la soledad debido a las barreras lingüísticas y las diferencias culturales. «Lo sabemos: cuanto mayores nos hacemos, mayor es nuestra soledad, porque aumenta el aislamiento social».
La *soledad* es la discrepancia percibida entre las relaciones sociales deseadas y las existentes. Es una sensación subjetiva de falta de conexión o cercanía. El *aislamiento social*, por otro lado, es un estado objetivo y puede medirse, por ejemplo, mediante el número de contactos sociales. Lo opuesto al aislamiento social es la compañía. Lo opuesto a la soledad es la conexión, por eso quienes la padecen pueden sentirse solos incluso rodeados de gente.
El centro comunitario intenta contrarrestar esta tendencia con reuniones regulares: en el Centro de Día, personas mayores de España se han reunido regularmente durante más de 30 años. Aquí se sienten como en casa.
El centro se fundó en 1999 por iniciativa de Cáritas de Hannover, pero ya era conocido como un lugar de encuentro cultural. Teodor Calvo López ha sido la persona de contacto del centro desde 2001. Como muchos otros españoles, llegó a Alemania como trabajador temporal en la década de 1960. Cuando muchos de ellos se jubilaron en 1999, el Centro de Día se concibió como un lugar que fortaleciera no solo la salud física, sino también la mental. Al mismo tiempo, el objetivo era prevenir el aislamiento social y promover la participación social, y con éxito: «Ahora somos como una familia», dice una persona mayor con una sonrisa. Se han reunido semanalmente desde su fundación: los miércoles y viernes se reúnen para pasar tiempo juntos y charlar; los sábados hay una reunión solo para mujeres cada dos semanas. Quienes lo deseen pueden participar en una clase de baile con música española y baile libre o en una clase de fitness.
Stockmann explica la importancia de programas como el Centro de Día: «Sabemos que las mismas áreas cerebrales se activan en la soledad y el dolor». Por lo tanto, el dolor emocional, como el que desencadena la soledad, se experimenta con una intensidad similar al dolor físico.
Pauline Stockmann, psicóloga clínica
La soledad es "tan parte de nuestra experiencia humana como el duelo o el miedo", explica la psicóloga. Las personas se ven afectadas con especial frecuencia por la soledad situacional, que se asocia con ciertas transiciones o trastornos en la vida: una mudanza, una ruptura amorosa, el inicio de nuevos estudios o la transición a la jubilación. Sin embargo, esta forma de soledad remite con el tiempo.
La situación es diferente con la soledad crónica, cuando la sensación de falta de cercanía persiste durante largos periodos. Esta forma de soledad puede ser peligrosa no solo mentalmente, sino también físicamente: según Stockmann, la soledad crónica pone al cuerpo en un estado de alerta permanente. En otras palabras, el cuerpo permanece atrapado en el estrés. Esto aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares, un sistema inmunitario debilitado, depresión y una menor esperanza de vida.

Stockmann cree que la soledad no se puede prevenir, pero sí podemos hacer mucho para evitar que se arraigue: «Es importante buscar momentos donde los encuentros sean fáciles y fiables», aconseja. Horarios fijos, grupos familiares y un ambiente agradable son buenos requisitos para ello. Aquí es precisamente donde entra en juego el Centro de Día, y está teniendo un gran impacto.
La mayoría de los miembros del centro de reuniones dejaron España siendo jóvenes para trabajar en Alemania. Josefa Domínguez, coorganizadora de las reuniones en el Centro de Día, también llegó a Alemania con su esposo, Juan Cabanillas, cuando tenían veintitantos años. "Al principio, solo fueron dos años. Y luego, dos años se convirtieron en una eternidad", dicen ambos entre risas. "Pero aquí nos sentimos como en casa". Mencionan a sus amables colegas y vecinos, y al Centro de Día, que les trae un trocito de su hogar a Alemania.
Como es costumbre en España, todos se saludan con cariño y dos besos. Incluso una anciana de 90 años toma el S-Bahn al centro social dos veces por semana, simplemente para participar en las tertulias semanales. Las tertulias, una reunión habitual y acogedora, son todo lo que las personas mayores necesitan para ser felices. Las conversaciones giran principalmente en torno a sus nietos: "Nosotros, los abuelos, intentamos transmitir la mayor parte de la cultura española posible", dice una persona mayor. "No hay que descuidar la escuela, ¡pero tampoco el flamenco!", añade Josefa Domínguez entre risas. El centro es un espacio donde los españoles pueden reunirse con personas afines en su lengua materna y olvidarse de todos sus problemas por un rato. Josefa Domínguez habla claramente por todos cuando dice: "Pasamos un rato juntos aquí y luego nos vamos a casa felices".
Pauline Stockmann,
psicólogo clínico
Las personas mayores están contentas, a pesar de que el apoyo económico al centro ha disminuido considerablemente. De vez en cuando, además de las actividades habituales, el Centro de Día organiza una cena o desayuno comunitario. Para ello, se coloca una hucha en la mesa en cada reunión, explica Juan Domínguez, quien asiste a todas con su esposa Josefa. "Claro que necesitamos más apoyo. Pero nos conformamos con poco", dice. Recuerda que antes había muchos más cursos y actividades. Antes, el gobierno español contribuía a la financiación del centro, pero "hace mucho tiempo que no es así". En cambio, el centro de reuniones recibe apoyo de Cáritas, que, entre otras cosas, proporciona las instalaciones.
Aunque todos conocemos el sentimiento de soledad, el tema se asocia con vergüenza y es difícil hablar de él, afirma Pauline Stockmann. Le preocupa: «Es un problema social y debemos dejar de convertirlo en un tabú». Es crucial una mayor educación pública sobre los riesgos para la salud, «para que sepamos que la soledad puede afectar a cualquiera». Además, se necesitan estructuras públicas que promuevan la interacción genuina, como iniciativas vecinales o proyectos multigeneracionales. «En última instancia, todos nos beneficiamos de esto», afirma la psicóloga. «Una sociedad donde las personas se sienten menos solas es más sana, más resiliente y más unida».
Pero se puede hacer mucho, no solo a nivel social, sino también a nivel individual, para evitar que la soledad se arraigue. Cultivar conscientemente las relaciones sociales ayuda, aunque a veces requiera esfuerzo: «Quizás contestar el teléfono, buscar activamente el contacto, crear pequeños rituales de conexión».
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