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Italia queda excluida del nuevo reglamento sanitario internacional: se confirma la coalición Meloni-Trump sobre la soberanía sanitaria.

Italia queda excluida del nuevo reglamento sanitario internacional: se confirma la coalición Meloni-Trump sobre la soberanía sanitaria.

(Foto Ansa)

el caso

El ministro de Salud, Schillaci, informó al director general de la OMS sobre el rechazo de Italia a las modificaciones del RSI, siguiendo el ejemplo de la administración estadounidense. Los riesgos para la compatibilidad de las vacunas con otros países y la marginación dentro de la Organización Mundial de la Salud (OMS)

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Mediante comunicación oficial, fechada el 18 de julio de 2025, dirigida al Director General de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus , el ministro de Salud, Orazio Schillaci, notificó formalmente a Italia su rechazo a las enmiendas al Reglamento Sanitario Internacional (RSI), adoptadas en 2024 mediante la resolución WHA77.17 durante la 77.ª Asamblea Mundial de la Salud. La decisión se produce menos de veinticuatro horas antes de la fecha límite oficial de exclusión voluntaria (19 de julio), establecida en el artículo 61 del RSI.

En la carta, Schillaci afirma claramente la disposición del gobierno italiano a ejercer su derecho soberano de rechazar "todas las enmiendas adoptadas", lo que sitúa a Italia entre los pocos países que han optado por esta vía . El gesto tiene un alto componente político y simbólico, ya que representa una ruptura con el enfoque multilateral que Roma ha seguido hasta la fecha en materia de salud global y, al mismo tiempo, marca una convergencia explícita con la postura adoptada por Estados Unidos bajo el gobierno de Donald Trump.

Las enmiendas aprobadas en 2024 fueron el resultado de un largo proceso de negociación iniciado tras la pandemia de COVID-19, con el objetivo de subsanar las deficiencias surgidas en la respuesta internacional. El nuevo marco regulatorio incluyó la introducción de una categoría específica de "emergencia pandémica", distinta de la más amplia "emergencia de salud pública de interés internacional" (ESPII), y la adopción de instrumentos más rápidos, coordinados y vinculantes para abordar las crisis sanitarias mundiales.

Entre las principales innovaciones: la creación de Autoridades Nacionales del RSI con poderes reforzados respecto a los puntos focales anteriores, la obligación de los Estados de mantener capacidades estructurales incluso en ausencia de emergencias, el compromiso de garantizar la equidad en el acceso a las vacunas y tratamientos, y el establecimiento de un nuevo modelo de certificados internacionales de vacunación, destinado a convertirse en el estándar mundial a partir del 19 de septiembre de 2025 .

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Al optar por no participar, Italia seguirá sujeta a la versión de 2005 del Reglamento. Esta decisión no implica la retirada de la OMS, pero sí la mantiene al margen de los cambios regulatorios en curso. Técnicamente, esto significará que nuestro país seguirá utilizando certificados de vacunación según el formato anterior, con el riesgo real de que estos documentos dejen de ser reconocidos en otros países que se adhieran a las nuevas normas. Esto podría causar importantes trastornos a los ciudadanos italianos en sus viajes internacionales, especialmente en caso de nuevas emergencias sanitarias, con la posibilidad de que se requieran controles sanitarios adicionales, requisitos de revacunación, cuarentenas o restricciones de entrada.

Incluso en términos de cooperación internacional, las implicaciones son considerables. Italia no podrá acceder a las nuevas herramientas de solidaridad sanitaria y financiera previstas en las enmiendas, como fondos específicos, plataformas de intercambio de datos y mecanismos de apoyo para países en dificultades. Por lo tanto, se tratará de una participación reducida en el sistema mundial de respuesta sanitaria, con posibles repercusiones diplomáticas .

El gobierno justificó esta decisión por la necesidad de proteger la soberanía nacional. Según el gobierno de Meloni, las enmiendas corrían el riesgo de ampliar excesivamente las competencias de la OMS, otorgando a su Director General un papel decisorio capaz de influir en las políticas sanitarias nacionales, incluidas las medidas de contención, la gestión de la información pública y la planificación de la respuesta a las crisis.

Este razonamiento se refleja en la postura expresada por Estados Unidos. Apenas horas antes de la notificación de Italia, una declaración conjunta firmada por el secretario de Estado, Marco Rubio, y el ministro de Salud, Robert F. Kennedy, anunció el rechazo de Estados Unidos a las enmiendas de la OMS. En el documento, Rubio y Kennedy criticaron la "excesiva centralización del poder en manos de la OMS", que consideraron incompatible con los principios de la democracia constitucional estadounidense, y argumentaron que conceptos como "solidaridad" y "equidad" fueron "explotados políticamente", contradiciendo la necesidad de respuestas rápidas y eficaces.

Ambos gobiernos enfatizan el riesgo de interferencia con la libertad de expresión, la privacidad ciudadana y la gestión independiente de las crisis sanitarias. Precisamente sobre esta base se ha forjado un nuevo eje atlántico, basado en una visión más nacionalista de la salud pública, alejada de los mecanismos multilaterales promovidos por la OMS.

Por lo tanto, la medida del gobierno de Meloni no parece aislada ni meramente técnica, sino que forma parte de un contexto político más amplio, lo que indica una vez más una alineación estratégica con la nueva administración estadounidense. Esta decisión podría tener consecuencias significativas, tanto para la cooperación sanitaria mundial como para la posición internacional de Italia.

Queda por ver cuáles serán los efectos concretos de este retroceso en el proceso de reforma del RSI. Con toda probabilidad, las primeras dificultades operativas surgirán en los próximos meses, especialmente en las relaciones con los países que han adoptado las nuevas normas. Pero lo que ya está claro es que Italia ha tomado una decisión: abandonar un sistema global compartido en nombre de una inexplicable soberanía sanitaria. Este cambio de rumbo abre nuevos escenarios y plantea interrogantes sobre la viabilidad de la gobernanza sanitaria internacional en los próximos años.

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