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El boom de las uñas: los peligros de pasarse con las manicuras semipermanentes y de gel

El boom de las uñas: los peligros de pasarse con las manicuras semipermanentes y de gel

En cada barrio, los salones de uñas se multiplican como reflejo de una tendencia que va mucho más allá de la estética. El boom de los centros de manicura no solo responde a una moda, sino que revela una compleja red de significados emocionales, sociales y médicos. ¿Qué hay detrás de este fenómeno? ¿Es solo vanidad o también una forma de autocuidado? ¿Qué riesgos implica para la salud?

En el ensayo gráfico de Liv Strömquist, 'La sala de los espejos', la sueca nos invita a reflexionar sobre la dictadura de la imagen que vivimos en la actualidad. «Lo peor de la belleza es que la perseguimos sin parar y luego, cuando la tenemos, no tardamos en perderla. Por ejemplo, comer me hará engordar, respirar me hará envejecer». Hacerse las uñas es algo parecido, pero suele durar una semana.

«La manicura puede ser mucho más que una cuestión estética», afirma Marta Calderero, doctora en Psicología de la Salud, especialista en autoimagen. «Para muchas personas, es un gesto íntimo de atención personal, una forma de conectar con el cuerpo, de expresar la identidad o incluso de recuperar una sensación de presencia y control». Desde su experiencia clínica, Calderero observa cómo estos pequeños rituales pueden convertirse en anclas de estabilidad emocional. «Cuidarse las uñas, igual que peinarse o aplicarse una crema, puede ser un ritual de autorregulación emocional. Ayuda a calmar la mente, reduce la ansiedad y refuerza el vínculo con uno mismo».

La doctora Susana Garrido García, psicooncóloga en el Centro Integral Oncológico Clara Campal (CIOCC) de HM Hospitales en Sanchinarro, coincide: «El embellecimiento de las uñas puede ser un ritual que refuerza la imagen personal, genera bienestar y ayuda a reducir el estrés. Es un momento que te dedicas a ti, en el que conectas contigo y con tus pensamientos». Sin embargo, ambas psicólogas advierten que este gesto puede tener una doble cara. «Vivimos en una cultura donde la imagen personal se ha convertido en una carta de presentación constante», señala Calderero. «Cuando la estética se vive como obligación, como exigencia de estar siempre 'a la altura', lo que podría ser autocuidado se convierte en autoexigencia». Garrido lo resume así: «La clave está en la motivación. Si lo haces por deseo propio, el resultado será positivo. Pero si lo haces por presión externa, puede generar malestar e incluso conflicto interno».

Curiosamente, las uñas escapan a muchas de las presiones estéticas más comunes. Son ajenas a las arrugas, a los kilos de más o de menos, y suelen mantenerse como una zona de expresión estética accesible y agradecida. «No es raro que incluso a muchos hombres les gusten las uñas cuidadas en las mujeres, porque transmiten atención, estilo y presencia sin necesidad de grandes artificios», comenta Garrido. En situaciones especialmente delicadas, como los procesos oncológicos, el cuidado de las uñas adquiere un valor aún más profundo. «No solo ayuda a preservar una imagen reconocible», explica Calderero, «sino que ofrece un espacio íntimo donde la persona puede sentirse presente, conectada consigo misma y con su estilo personal». Garrido añade: «Cuando vas a hacerte las uñas con amigas, estás en un entorno divertido, haciendo algo para ti. Eso favorece la aparición de emociones agradables y fortalece los vínculos afectivos».

Pero no todo es bienestar. Desde la dermatología, la doctora Nayra Patricia Merino de Paz, especialista en Dermamedicin y la doctora Virginia Sánchez García, dermatóloga en HM Hospitales, advierten sobre los riesgos del uso frecuente de esmaltes semipermanentes o de gel, especialmente en personas con piel sensible o patologías como la psoriasis o la dermatitis atópica. «Estos esmaltes pueden provocar dermatitis alérgicas de contacto, sobre todo por los acrilatos», explica Merino de Paz. «Además, en personas con psoriasis, cubrir las uñas puede ser contraproducente, ya que impide tratamientos beneficiosos como la exposición solar».

«La manipulación repetida puede agravar la fragilidad de las uñas. Y los problemas pueden extenderse incluso a la cara en profesionales que manipulan estos productos a diario», agrega Sánchez García. Ambas dermatólogas alertan también sobre los disolventes agresivos utilizados para retirar el esmalte. «La acetona deshidrata la uña, la vuelve más quebradiza y puede irritar la piel circundante», señala Sánchez García. «Esto puede derivar en grietas, descamación o infecciones si hay lesiones previas».

En las manicuras semipermanentes, uno de los pasos es el pulido de las uñas con un torno. «Toda la manipulación de la lámina ungueal antes y después de la manicura fragiliza la misma y puede dar lugar a hemorragias en astilla y líneas de fractura», avisa la doctora Merino de Paz. ¿Y qué hay del mito de que las uñas necesitan 'respirar'? «Es falso», coinciden ambas. «Las uñas no respiran, pero sí es recomendable dejarlas descansar para recuperar su hidratación natural».

De hecho, tener las uñas pintadas mucho tiempo, señala la doctora Merino de Paz, «puede dar lugar a la aparición de manchas en las uñas, lo que se conoce como granulomas de queratina, que a veces se confunden con hongos, pero son lesiones que se deben a la deshidratación y debilidad de la uña por acúmulo de queratina».

Una manicura mal realizada también puede generar microheridas que deriven en infecciones o reacciones alérgicas.«El recorte de la cutícula, el manejo inapropiado de padrastros o el uso de productos irritantes pueden romper la barrera protectora natural de la uña», explica Merino de Paz. «La cutícula protege la matriz ungueal. No debe eliminarse, sino cuidarse e hidratarse». Sánchez García añade: «Cortarla o empujarla en exceso puede provocar inflamación, infecciones e incluso deformidades permanentes».

Entre los componentes químicos a evitar, ambas mencionan el formaldehído, los acrilatos, el tolueno y los ftalatos. «Se recomienda optar por productos etiquetados como '5-free' o '7-free', que excluyen estos ingredientes», aconseja Sánchez García.

Otro de los puntos polémicos de las manicuras semipermanentes y uñas de gel es el uso de lámparas UV de secado. «Si se usan con frecuencia y son lámparas UVA pueden producir efectos adversos en la piel, especialmente léntigos o manchas marrones y elastosis cutánea, así como un posible teórico aumento, no demostrado aún, del riesgo de aparición de cáncer de piel en personas sensibles», advierte la doctora Merino de Paz. En su opinión, es mejor evitarlas porque, aunque es poco tiempo de radiación, «es un tipo de radiación que se acumula a la solar y puede terminar dañando la piel y empeorando manchas». De hecho, recuerda, «se recomienda utilizar un fotoprotector 20 minutos antes de la exposición, aún así el lecho de la uña recibe radiación acumulativa y existen tumores subungueales». Por ello, la experta considera que lo mejor sería «evitar estas lámparas y usar lámparas LEDs o dejar secar al aire, volver a la tradicional o usar un top coat que ayude a que se seque más rápido».

Respecto a las uñas de gel, la doctora Merino de Paz no las recomienda en general porque «conllevan deshidratación previa de la uña, limado que si es en exceso las debilita, secado con lámpara de UVA, uso de concentraciones altas de acrilatos. Son las que más reacciones asocian», asegura.

También hay que asegurarse de que el salón al que acudimos cumple con la normativa de higiene para evitar problemas de salud. «La infección por hongos puede producirse si no hay una buena desinfección y esterilización del material que se utiliza durante la manicura, dado que se contagiaría de un cliente a otro», apunta la doctora.

Desde el otro lado del mostrador, Isabella Maia, fundadora del centro Nails Couture, es tajante: «Todos nuestros tratamientos priorizan la salud. Usamos productos de marcas reconocidas, profesionales con experiencia y protocolos estrictos de higiene. Hay muchos centros que cobran muy poco y no cuidan estos aspectos, y eso tiene consecuencias». También observa una falta de conciencia en parte del público: «Muchos clientes priorizan llevar las uñas esmaltadas sobre cuidarlas realmente. El precio pesa más que la calidad, y eso lleva a malas experiencias. Cada vez recibimos más personas que vienen a nuestro salón tras haber tenido problemas en otros sitios».

El auge de los centros de manicura no puede entenderse solo desde la óptica del consumo o la moda. «Es un fenómeno que refleja cómo nos relacionamos con nuestro cuerpo, con nuestra imagen y con nuestras emociones», concluye Calderero. Y desde la medicina preventiva, Merino de Paz y Sánchez García coinciden: «La salud de las uñas no está reñida con la estética. Pero para mantenerlas sanas, hay que informarse, elegir bien los productos y no caer en excesos».

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