Cristina Barrera, uróloga: "¿Te ha pasado que abres el grifo y te entran ganas de orinar? No es casualidad"
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Abrir el grifo y sentir un apremio urinario es una escena más habitual de lo que se cree. “¿Te ha pasado que abres el grifo y de repente te entran ganas de orinar? No es casualidad”, advierte la uróloga Cristina Barrera, cuya explicación ha difundido en internet.
La especialista describe un fenómeno de condicionamiento clásico, idéntico al demostrado por Pavlov en su conocido experimento con perros. Según detalla, el cerebro enlaza de forma automática determinados estímulos —como el sonido del agua o la visión de un inodoro— con el acto de miccionar.
@laurologadetiktok 💦¿Te entran ganas de hacer pis solo con oír agua? No es casualidad. Es un reflejo condicionado: tu cerebro ha aprendido a asociar ese sonido con el momento de orinar 🧐 ¡Le pasa a muchas personas con urgencia urinaria o incontinencia! La buena noticia es que puede reeducarse 😃 #urologia #urgencia #incontinencia #vejigahiperactiva #reflejo #saludfemenina #agua ♬ sonido original - Dra. Cristina Barrera
Así, basta oír un chorro al lavar los platos o contemplar una fuente para que la señal de urgencia aparezca, incluso cuando la vejiga no se encuentra llena. Este reflejo aprendido convierte situaciones cotidianas en auténticos disparadores.
A quién afectaBarrera matiza que la respuesta no es homogénea. Se manifiesta sobre todo en personas que sufren incontinencia, sienten urgencia repentina o experimentan la impresión de un vaciado vesical incompleto.
Otro grupo vulnerable es el de quienes, durante años, han demorado de forma sistemática sus visitas al baño hasta llegar a casa. Ese hábito refuerza la asociación y el organismo lanza la señal casi al cruzar el umbral del hogar.
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La buena nueva, subraya la uróloga, es que “esa respuesta puede reeducarse con estrategias conductuales”. El entrenamiento vesical consiste en pautar horarios fijos de micción y prolongar gradualmente los intervalos para acostumbrar la vejiga a almacenar mayores volúmenes.
Combinadas con ejercicios de relajación y fortalecimiento del suelo pélvico, estas técnicas reducen la frecuencia de los impulsos y rompen la cadena estímulo-urgencia. El seguimiento profesional resulta clave para adaptar el programa a cada paciente.
Comprender que el impulso es un aprendizaje neurológico y no un fallo anatómico ayuda a desterrar la vergüenza que aún rodea los trastornos miccionales. Identificar los desencadenantes y aplicar medidas sencillas puede mejorar de forma notable la calidad de vida.
Quien perciba que la urgencia interfiere en su rutina debería consultar al especialista sin demora: reeducar la vejiga es posible y, con guía adecuada, el sonido del agua dejará de dictar cuándo visitar el baño.
El Confidencial