Consejo de experto: Cómo correr regularmente mejora tu salud

El entrenamiento aeróbico y anaeróbico difieren significativamente en el esfuerzo y la producción de energía , que se produce con (aeróbico) o sin oxígeno (anaeróbico). Durante el entrenamiento aeróbico, se queman grasas y carbohidratos, y se dispone de suficiente oxígeno. Cuanto más intenso sea el ejercicio, más nos adentramos en el entrenamiento anaeróbico, quemando más carbohidratos y dejando de lado el suministro de oxígeno.
Mientras que el entrenamiento aeróbico generalmente tiene lugar en el rango de 60-75% de la frecuencia cardíaca máxima, el entrenamiento anaeróbico se refiere a rangos de >85% de la frecuencia cardíaca máxima.
El entrenamiento aeróbico mejora principalmente la resistencia básica. Este entrenamiento, en esencia, construye el motor para tus actividades de resistencia. También lo llamamos entrenamiento de Zona 2. Este entrenamiento aumenta la densidad capilar (las ramas más pequeñas de los vasos sanguíneos), fortalece la actividad mitocondrial (las centrales eléctricas en los objetivos) y aumenta la capacidad del cuerpo para quemar grasa . Sin embargo, la mayor ventaja de este tipo de entrenamiento reside en que puedes realizar un volumen de entrenamiento muy alto en esta zona sin llegar a una fatiga severa.
El entrenamiento anaeróbico se centra más en mejorar el rendimiento máximo y la tolerancia al lactato. Esto mejora el ritmo y la resistencia a intensidades más altas.
Lamentablemente, nunca hay una garantía del 100% de que no te lastimes. Esta es una advertencia importante que debo hacer, simplemente porque es una expectativa poco realista que nada dolerá o que nunca ocurrirá una lesión.
Pero la buena noticia es que hay muchas cosas que podemos hacer para minimizar el riesgo.
Ante todo, esto incluye una gestión sensata del volumen y la intensidad del entrenamiento. En concreto, se trata de una rutina regular que no se desvíe repentinamente corriendo mucho más o mucho más rápido. Esta es la base fundamental.
Además, recomiendo entrenamiento de fuerza para todo el cuerpo, especialmente el torso y las piernas, al menos una o dos veces por semana . Dormir bien, una alimentación adecuada y de calidad, y un buen manejo del estrés contribuirán a tu recuperación y a la prevención de lesiones.
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